Cuando un niño no aprende una lección, el problema NO es el niño.
Sé que esto suena duro. No es la opinión popular, pero si quieres resultados distintos a los que has tenido hasta ahora, debe haber un cambio. Esto me lo repetía constantemente durante los años que enseñaba en la escuela y me frustraba cuando no obtenía los resultados que esperaba luego de ejecutar una clase. Claro, primero le echaba la culpa al niño hablador, al irresponsable, al distraído. ¿Pero a fin de cuenta me decía, y que hiciste tú para obtener la atención de ese niño?
No me mal interpretes, los educadores lidiamos con demasiadas cosas que afectan el transcurso de una clase y jamás minimizaría nuestra labor.
Sin embargo, siempre hay forma de mejorar y esto también aplica a los que educamos en el hogar.
Nada logramos con castigarlos por su falta de interés, hacerles borrar y escribir, tenerlos 6 horas tomando clases.
Muchas veces pensamos que debemos forzarlos a leer y a escribir para que aprendan rápido y tengan éxito académico.
Otras veces cometemos el error de premiarlos muy a menudo para intentar persuadirlos a querer aprender. Sin embargo, al utilizar esta técnica no nos percatamos de que aunque, quizás, logremos que el niño cumpla con la tarea, no necesariamente ha habido aprendizaje.
Como educadores debemos cambiar nuestras perspectiva poco a poco, observar sus fortalezas e interéses y utilizar estos como nuestro norte al planificar lecciones o actividades.
Sin sentirnos culpables o incapaces, sino siempre abiertos a aquello que pueda hacer del proceso de enseñanza-aprendizaje uno placentero y efectivo.
¿Qué opinas sobre este tema?
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